Uno de los cambios más evidentes ha sido la diversidad en la formación necesaria para ser programador. Mientras que en el pasado era común que los programadores vinieran de carreras universitarias relacionadas con la ingeniería en sistemas o ciencias de la computación, hoy vemos una mayor variedad de rutas educativas. Los bootcamps, los cursos cortos y las certificaciones en lenguajes de programación específicos han ganado popularidad permitiendo que más personas ingresen al mercado laboral con una preparación técnica acelerada pero enfocada. Por ejemplo, programas de formación interna como bootcamps dirigidos específicamente a mujeres ayudan a fomentar una mayor inclusión en el sector.